El 2017 AG3, como fue bautizado, tenía una velocidad de 56.000 kilómetros por hora, y de haber impactado en la Tierra podría haber generado numerosas muertes y pérdidas materiales; similares a las causadas por el asteroide caído en Rusia en 2013. Si hubiese explotado en la atmósfera los daños habrían sido todavía mayores, ya que lo hubiera hecho con una fuerza de 700 kilotones, equivalente a la de 35 bombas atómicas.
Aunque las posibilidades de que el planeta sea golpeado por un bólido de grandes proporciones son bajas (0,01%), la Casa Blanca lanzó a fines del año pasado un documento instando a las agencias norteamericanas a prepararse para enfrentar un impacto cósmico.
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